“Venimos trabajando desde 2004 y en 2006 se hicieron las primeras pruebas a campo. Hoy en todo el territorio del país rige la ley, en consecuencia, cada productor tiene que presentar un plano obligatoriamente de lo que va a hacer, tiene que cumplir con la normativa de no generar erosión. En este sentido hay niveles de tolerancia de perdida de suelo por hectárea, esto es monitoreado de forma satelital por el ministerio.

La problemática fundamental era la perdida de suelo dado que Uruguay tiene un modelo ondulado de territorio con pendientes complicadas, eso asociado a un horizonte agrícola somero era motivo de preocupación la pérdida constante por la cantidad de lluvia que cae en el país. Tenemos lluvias intensas mal distribuidas.

Desde 2014, se logró un gran ordenamiento gracias a la normativa, sistematización de campos, correcciones con terrazas, hay más rotación de cultivos y con eso se trata de mantener el suelo vivo por más tiempo.

Además, más allá de la reglamentación hay manejos productivos que ayudan al sistema productivo, por ejemplo, la rotación de pasturas con agriculturas, esto permite un sistema más sustentable, en donde conviven la ganadería con agricultura que se había dejado de hacer con el negocio de la soja. Esto se puede hacer, lleva más trabajo pero se puede lograr. Si bien la rentabilidad bajaría pero le daría más sustento. Es decir, salir de un esquema de pastura ir a agricultura me tendría que dar beneficios y permitirme seguir en el negocio agrícola gracias a la pastura”.

Consultado por las dificultades del país, remarcó:

“Uruguay depende la exportación, no tenemos consumo interno, eso es una gran debilidad. En comparación de Argentina que tiene un mercado interno poderoso. Así que todo lo que hacemos tenemos que pensarlo para la exportación, por ende la generación de mercado a nivel país es nuestro desafío”.