Saltar menúes de navegación e información institucional Teclas de acceso rápido Actualidad
LA PICADA

Bar El Equilibrio, punto de encuentro en Colonia Argentina

El bar ofrece estampas del campo que resisten el inapelable paso del tiempo.
El bar ofrece estampas del campo que resisten el inapelable paso del tiempo. Foto 1/3
Los propietarios del almacén y bar son José Nicola y Meca Barzola. Foto 2/3
Está pegadito a la ruta provincial 10, que une a La Picada con María Grande. Foto 3/3
27/02/2021 11:14 hs

Un cartel que se ilumina por las noches nos recuerda que hemos llegado a “El Equilibrio. Bar, despensa, fiambres, helados, gas”. Ubicado a mitad de camino y pegadito a la ruta provincial 10, que une la comuna de La Picada con la ciudad termal de María Grande, siempre en el departamento Paraná, el establecimiento comercial fundado en la década de los ‘70 se fue convirtiendo con el paso de los años en una referencia insoslayable para la vecindad rural, pero también en una parada ceremoniosa para muchos turistas que viajan a disfrutar y relajarse en el complejo de aguas siempre cálidas de la localidad entrerriana.

El almacén y bar de José Nicola y Meca Barzola es de esas estampas en el campo que resisten el inapelable paso del tiempo y conservando su condición natural: abastecer de mercaderías a las familias de una amplia zona rural que viven y produce en Colonia Argentina, pero también y quizás mucho más importante, ser el punto de encuentro para esa merecida copa del atardecer junto con la partida de naipes que son parte de una suerte de resistencia cultural de la ruralidad en Entre Ríos.

¿Por qué El Equilibrio?

La respuesta al cronista se hará esperar. Primero hay que recorrer la historia de una pareja de jóvenes que se unieron allá por los años ‘70. América “Meca” Barzola y José Nicola, de ellos se trata, que se casaron y comenzaron a caminar juntos por la vida, con un modesto almacén como emprendimiento para moldear el proyecto común. Y acá están, 45 años después.

“Cuando abrimos, allá por 1976, nos decían que nos íbamos a fundir, había como siete almacenes”, cuenta el “Turco” Nicola, como la mayoría lo conoce y lo llama, mientras acerca un vaso de vino a un parroquiano que ansioso pide los naipes para iniciar la liturgia de cada tarde noche en esos lugares típicos del campo entrerriano, santuarios donde los rituales no son alterados por los celulares que guardan respetuoso silencio. Acá nadie tiene que ir a “maratonear” ninguna serie en Netflix. Es la hora del truco, la distracción después de horas sobre un tractor bajo el sol o en el zaino, recorriendo y controlando la hacienda o los alambrados.

“Hoy no quedan muchos comercios en la zona” sigue contando Nicola, parado detrás del mostrador abarrotado de mercaderías y con las estanterías donde se desataca la ginebra Llave y el licor Legui, tradicionales bebidas que algunos siguen tomando. El tránsito en la 10 es intenso y ruidoso por momentos, contrastando con los recuerdos que llegan para darle forma a la historia de este almacén de campo, que surgió cuando la ruta era un camino de tierra por el que circulaban pocos vehículos, muchos sulkys y carros y hombres de a caballo.

“Todo comenzó en una pieza muy chica de tres por tres, con cosas de almacén” recuerda el “Turco” como lo apodan muchos. “Pero la gente que venía nos decía que pongamos una mesa en la galería para tomar las copas y jugar un truco. Y así empezamos”.

La mesa en la galería para la copa y para los naipes, un culto que en El Equilibrio se repite cada día y todos los días en cada atardecer, cuando el sol se despide y el truco desafía y manda, ese deporte nacional como diría Jorge Luis Borges… “cuarenta naipes han desplazado la vida/Pintados talismanes de cartón/nos hacen olvidar nuestros destinos”…

De aquel original y pequeño despacho de alimentos y bebidas, pasaron a un salón de 3x9 metros “construido con mucho esfuerzo ladrillo sobre ladrillo, pero nos quedó chico. Lo ampliamos y también quedó chico. Había mucha gente en el campo” evoca el hombre detrás del mostrador, que viajaba a Paraná en “El Tigre”, la empresa de transporte que unió durante décadas la capital provincial con la mayoría de las localidades del departamento, recorriendo polvorientos e interminables caminos de tierra para llevar y traer a hombres y mujeres de Viale, Tabossi, Sosa o María Grande. “Nunca nos cobraron por traer la mercadería, sólo el pasaje pagaba” dice agradecido José Nicola.

Los años fueron pasando y El Equilibrio resistiendo cada sacudón, cada crisis que fue expulsando familias del campo. “Teníamos cancha de fútbol y de bochas en algún tiempo” recuerda. El negocio pese a todo se fue consolidando. Con los años pudieron construir un salón importante con todas las comodidades donde se hicieron muchas fiestas para trecientas personas y con grupos musicales. “La pandemia paralizó todo”.

“Vendíamos las cosas típicas de almacén: arroz, azúcar, yerba” cuenta. La ruta 10 era un camino de tierra y broza al que le quedaba grande el nombre de ruta, aunque en los mapas siempre fue así. Tuvieron que esperar muchos años las familias campesinas y los sectores dedicados a la producción agropecuaria para que el pavimento llegara y comenzara a solucionar un problema típico de las zonas rurales: la comunicación.

La charla con Meca y José sigue mientras afuera, en la galería, se escucha ¡Truco! ¡Truco! “El truco se arma todas las noches, de lunes a lunes, y en este cálido atardecer de verano se apuesta una sidra. En la mesa un peón rural forma pareja con un jubilado de Vialidad habitué del bar desde siempre. En frente una mujer y su novio, que vienen de María Grande a distraerse.

Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción

LA PICADA María Grande Meca Barzola Jose Nicola Ruralidad Bares

Envía tu comentario

Teclas de acceso