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San Benito

El museo al aire libre de Hugo Plez es un parque temático para ver la historia de la maquinaria rural

La foto del dron ayuda a dimensionar el tamaño del lugar.
La foto del dron ayuda a dimensionar el tamaño del lugar. Foto 1/3
El lugar es un mundo donde da la sensación que todo lo que se busca está ahí. Foto 2/3
Son cinco hectáreas de fierros fuera de servicio, es el más importante del país. Foto 3/3
05/12/2020 09:14 hs

A pocos kilómetros de Paraná, sobre la Ruta Nacional 12 y en jurisdicción de la populosa ciudad de San Benito, existe un enorme predio donde se observan cientos de cosechadoras, tractores y maquinarias de todos los modelos y colores, donde lo viejo y lo nuevo se ensambla y asombra. Es el más grande del rubro en el país, y es el hogar de Hugo Daniel Plez, responsable de una impactante exposición de la historia agrícola argentina y del mundo, aunque técnicamente sea un desarmadero.

Suena el celular. “Si soy yo, que anda precisando…sí, lo tenemos”. El teléfono sonará siempre hasta la pausa de las 18 horas, cuando cierra el desarmadero. “En el año 1970 comenzó mi papá con la compra y venta de chatarra. Se compraba por kilo, se clasificaba y vendía” relata a modo de presentación Hugo Plez, la cara visible de un negocio en el que participa toda la familia y algunos empleados. “En la década del ’80 empezamos a traer las primeras máquinas, unas Senor, también Rotania, que productores de Santa Fe no las usaban más, le sacaban los motores y se los ponían a las camionetas”.

Lo que para algún incauto o desconocedor del tema podría ser un gigantesco cementerio de chatarras y fierros tan inútiles como viejos, es en realidad un comercio muy particular que guarda un solo secreto: tener lo que el hombre de campo –en lo más alto del podio de la clientela- anda buscando para que su maquinaria agrícola siga funcionando.

El lugar es silencioso. Las máquinas están quietas. Pero el desfile de productores es intenso, recorriendo y observando, buscando en una vieja trilladora un elemento que le permita darle una mano a una modelo 2017 en problemas. “Hugo, ando buscando ésta pieza” dice el hombre y muestra una foto en el celular. “Fijate por allá al fondo, donde están las Massey” responde.

¿Es un autoservicio? “Algunos vienen, recorren y se sirven solos” señala el vendedor de repuestos, mientras un gringo bien asoleado le arremete llave en mano a una John Deere correctamente estacionada en el laberinto verde de la marca estadounidense. Un zamping cargado oficiará de changuito para acercar luego la provista realizada por el chacarero.

El especialista

Hablar con Plez es encontrar una persona con un conocimiento tan vasto de la mecánica que asombra. En su cabeza están los manuales de modelos viejos y nuevos, de variantes que pensaron ingenieros, diseñadores o proyectistas sobre un tablero y aplicaron en un tractor o cosechadora. “Tenés que estar al día con los nuevos modelos. Hay máquinas de algunas fábricas que con 10 años conservan los mismos repuestos en cada modelo, y otros que van haciendo reformas cada año. Hay que saberlo” afirma con modestia.

El crecimiento de la actividad comercial a lo largo de los años y la necesidad de transportar máquinas gigantes hasta el predio despertó otra de las pasiones de Plez, pensar y desarrollar nuevas herramientas. “Fabricamos nuestros propios carretones para poder traer las máquinas más grandes” subraya con orgullo.

Pero hay otros implementos que fueron pensados y están en pleno proceso. “Estamos trabajando sobre un rolo muy selectivo acoplado a un tractor, apto para quitar malezas y espesuras sin dañar el monte nativo”, y permitirle al ganado pastorear a gusto bajo los espinillos o algarrobos. “Lo estuvimos elaborando y diseñando con gente de la Facultad (Agropecuarias), en pocos días va a estar listo. Los vamos a invitar a la prueba” asevera.

La historia que pasa frente a tus ojos

La vista aérea que permite el dron da una idea acabada de la magnitud de este auténtico parque temático que proyecta, en sus piezas alineadas, la historia en etapas de la tecnificación de la agricultura nacional y mundial. Fierros silenciosos, otrora poderosos para levantar una cosecha o tirar una pesada sembradora, están alineados a la espera de un último servicio, que sus piezas sirvan en otra trilla, para cultivar otra vez la tierra.

La foto del dron ayuda pero caminar por el lugar es toparse con verdaderas leyendas del campo. Araus, Senor, Rotania, Daniele, Marani, Bernardin, Case, Deutz, Fahr, New Holland, Don Roque, Massey, Agco, John Deere, Vassalli…Hacer la lista de lo que el cronista puede ver (y anotar) y de lo que hay, sería interminable. Por eso, la foto desde el aire da la exacta dimensión – son cinco hectáreas- del establecimiento entrerriano, el más importante del rubro en la Argentina, por lejos.

Por el lado de los tractores antiguos, se pueden mencionar al Bulldog Lanz, el tractor germano que se comenzó a producir en 1921, y su hermano, el Pampa, copia nacional y popular de la máquina fabricada en Alemania. “Casi no quedan, se lo llevan mucho del exterior” describe Hugo Plez. Permanecen igual poco más de una decena de esos fierros incunables que representan los inicios de la mecanización del agro y por los que se pelean muchos coleccionistas. Aguardan allí, como en una grilla esperando que un pie se pose sobre el acelerador para volver a rodar en un sueño.

Máquinas en llamas

Entre tantas cosas que llaman la atención sobresalen las cosechadoras inutilizadas por el fuego. Plez recuerda que en pleno auge de la frontera agrícola y la sojización de los campos, años 2002-2003 “muchas máquinas se empezaron a incendiar. No sé si fue por la soja que trillaban, o qué, pero eran muchas. Ahí las empezamos a comprar para repuestos a contratistas o las compañías aseguradoras” indicó. El dato que brinda forma parte de las noticias en el campo, y es inexistente en los medios de las grandes zonas urbanas. El promedio de siniestros es de unas 20 máquinas por año, y ocurre durante la cosecha del trigo y la soja cuando se produce la mayor cantidad de incendios en nuestro país. Esto se debe en gran parte a que la trilla de estos dos cultivos se realiza en verano, en el caso del trigo, y en verano-otoño en soja, épocas donde campean las altas temperaturas. Incendios mediante, muchos de esos “esqueletos” que contienen piezas en buen estado y recuperables para seguir andando en otro cuerpo, terminan en el predio de San Benito.

¿Todos encuentran lo que buscan?

“De 10 que vienen o llaman averiguando, 9 encuentran lo que andan necesitando, a veces más” se ríe. El hombre reconoce que por ahí llegan máquinas “que cuando las abrís tienen muy deterioradas o gastadas algunas piezas, y las hemos fabricado nosotros porque ya no se consiguen en el mercado”.

¿Piden cosas insólitas?

Piensa: “Hace seis meses nos llama un productor chaqueño, de Sáenz Peña, preguntando si teníamos un eje de sacapajas de una cosechadora Daniele D-105, una máquina de 1955. Un colono chico, con hacienda, que la tiene para trillar una pradera. Me acordé que esa máquina tiene un eje igual a la D-66, y que teníamos dos en la estantería, desde hace unos 15 años. Al toque me dijo que se los mande a los dos ejes, porque con eso tiene repuestos para lo que le reste de vida para hacer andar su máquina”, cuenta satisfecho.

Todas las máquinas de este verdadero santuario a la vera de la Ruta 12, cerca de la localidad de San Benito, constituyen en sí un museo al aire libre. Para los productores, un lugar donde encontrar soluciones; para los amantes de los fierros, un viaje por el túnel del tiempo en ese laberinto kilométrico, donde las máquinas son mudos testigos del esfuerzo y el sacrificio de hombres que aportaron a lo largo de décadas al desarrollo tecnológico de la agricultura nacional; de largas horas en cabinas abiertas y sobre asientos no tan cómodos como los actuales, con calor o frío, de día o de noche sin parar porque la lluvia amenaza en el horizonte cercano.

La historia seguirá

Hace cincuenta años su padre comenzó con la actividad, que luego él siguió. Hoy toda su familia está involucrada en el proyecto. El hijo varón anda por ahí con las manos engrasadas, preparando un motor que pronto partirá hacia su destino, para seguir empujando en algún campo. Las dos hijas y Raquel, la esposa, se ocupan de toda la administración.

El día se va terminando. Los últimos clientes –venidos de todos los rincones del país- parten con lo que buscaron. Los portones se cierran y el silencio sólo es interrumpido por la intensidad del tránsito sobre la 12, donde autos, camiones y ahora colectivos recorren distancias en esta apertura de diciembre, para acercar pueblos y ciudades de Entre Ríos. El parque temático de Hugo Daniel Plez, donde el mundo de la producción agropecuaria siempre encuentra el repuesto que anda buscando, entra en pausa… hasta que suene el teléfono y alguien pregunte con tono urgente por una pieza indispensable para continuar labrando la tierra o levantando la cosecha que no puede esperar. La respuesta segura y deseada llegará a los oídos ansiosos: “Venite, acá la tenemos”.

Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción

San Benito Desarmadero

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