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El trigo HB4 no es el primer OGM que no sale al mercado por pedido de la cadena

El visible empuje de algunos comunicadores para torcer esta decisión oficial incluso sirvió para colocar el asunto en la agenda presidencial. El lunes Mauricio Macri recibió a las partes y les pidió que intenten encontrar una solución.
10/02/2019 10:23 hs

Bichos de Campo, publica una interesante nota de Matías Longoni, sobre un tema que ha sido debatido con mucha fuerza en esta última semana:

Asombra el despliegue que está teniendo en importantes medios de comunicación el caso del trigo HB4, que fue desarrollado en la Argentina por la empresa Bioceres pero que la Secretaría de Agroindustria decidió no aprobar a pedido de la cadena triguera, que tiene temor a perder exportaciones del cereal por el rechazo de algunos mercados a los alimentos transgénicos. El visible empuje de algunos comunicadores para torcer esta decisión oficial incluso sirvió para colocar el asunto en la agenda presidencial. El lunes Mauricio Macri recibió a las partes y les pidió que intenten encontrar una solución salomónica en el plazo de 60 días. Ya se verá si eso es posible.

Asombra el despliegue de algunos que más que periodistas parecen voceros empresarios. Sobre todo porque ahora alzan la voz por el caso del trigo transgénico de Biocerees y alertan del peligro de que la Argentina pierda el tren en la carrera tecnológica por pecar de conservadora. Pero nada dijeron en su momento del rechazo a otro cultivo genéticamente modificado que fue desarrollado en el país y que no salió al mercado por decisión del propio sector productivo, en un caso semejante. Se trata de una caña de azúcar transgénica desarrollada nada menos que por la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC), entidad señera de la producción agropecuaria del noroeste, enclavada en Tucumán.

Sí, señores, sí. El trigo HB4 de Bioceres no es el primer cultivo transgénico desarrollado por científicos argentinos que es retirado del mercado por decisión de la propia cadena productiva temerosa de perder mercados.

Este periodista, cuando todavía trabajaba para el diario Clarín, informó sobre el caso de la caña de azúcar de la EEAOC en una nota publicada el 20 de octubre de 2015. Transcurríamos, por entonces por plena campaña electoral, Macri versus Scioli, y la ex presidenta Cristina Kirchner había montado pocos días antes en Tecnópolis un concurrido acto para presentar los primeros tres OGM de desarrollo nacional. Eran estos:

La soja HB4 desarrollada por Bioceres a partir de las investigaciones de la doctora Raquel Chan, del Conicet y la Universidad del Litoral. La científica había incorporado un gen del girasol al principal cultivo argentino, de modo de otorgarle una resistencia mayor a la sequía o el stress hídrico. Ese evento se aprobó en ese momento “condicionado” a la aceptación de esa variedad por parte del gran mercado para la soja argentina, China, cosa que todavía no sucedió. Es lo mismo que ahora pide Bioceres para el trigo HB4, finalmente pariente directo de aquella soja: una aprobación condicionada a que este transgénico sea también aceptado por Brasil.

La papa resistente a virus desarrollada por Tecnoplant, del grupo Sidus, que más allá de ser anunciada por Cristina había sido aprobada en 2015 de mal modo (faltaba el aval definitivo del Senasa) y a los apurones para llegar al acto político. De hecho, el trámite de aprobación se completó recién a fines de 2018 y fue motivo de un acto en la Rural de Palermo, en el que participaron los ex ministros Luis Miguel Etchevehere y Lino Barañao, a los que ahora los comunicadores suelen mostrar enfrentados en la polémica del HB4.

El tercer transgénico nacional que iba a anunciar Cristina en Tecnópolis era la caña transgénica desarrollada por la Obispo Colombres. Había sido modificada para tener resistencia al herbicida glifosato y orgullosamente se denominaba “Tuc 87-3 RG”. Su aprobación ya había sido firmada por Agroindustria y parecía estar todo encaminado para el anuncio: incluso el gobernador de Tucumán había sido invitado al acto. Pero a último momento el gobierno decidió retirar la resolución del Boletín Oficial y dio marcha atrás. Se anunciaron solo dos OGM de tres: la papa y la soja.

¿Que fue lo que sucedió? ¿Por qué a último momento la ex presidenta desistió de presentar en sociedad la caña transgénica de Tucumán? Como bien se contó en aquella nota publicada en el cuerpo central de Clarín, “hubo un llamado de último momento del (ex) titular del Centro de la Industria Azucarera, Fernando Nebbia, al (ex) ministro Carlos Casamiquela, que luego se ocupó de convencer a Cristina de que se revea la decisión original. ¿Qué fue lo que dijo el empresario? Simplemente apuntó que una inmensa mayoría del sector azucarero no estaba de acuerdo con la aprobación tan precipitada de esa variedad OGM”.

La razón era más o menos la misma que esgrimen ahora los molinos, acopiadores y exportadores que desaconsejan la liberación comercial del trigo HB4: que Brasil no había autorizado todavía ninguna variedad de caña transgénica y que entonces los ingenios nacionales tenían temor a perder mercados. Esta posición fue esgrimida sobre todo por los poderosos ingenios de Salta y Jujuy, Ledesma y Tabacal. En Tucumán las aguas se dividieron pero aún así se aceptó la decisión de la mayoría.

El azúcar ya venía cosechando mala fama como alimento entre los consumidores de todo el mundo como para que la Argentina, que es un jugador marginal en el mercado internacional, agregara el condimento de ofrecer un producto proveniente de la caña transgénica.

Frente a la intensa polémica por el trigo HB4 y el rechazo de la cadena a correr riesgos innecesarios, el reconocido investigador y director técnico de la EEAOC, Daniel Ploper, recordaba por estos días aquel episodio de la caña transgénica que ellos mismos habían desarrollado. “Esta caña pasó todos los requerimientos de Conabia y SENASA, y en 2015 el gobierno nacional la quería aprobar en el mismo acto en que se liberó la soja HB4 y la papa resistente a virus. Sin embargo el sector industrial azucarero sé movilizó en contra de su aprobación, argumentando que eso iba a actuar en contra de las exportaciones argentinas de azúcar”, rememoró.

“En ese momento ningún país producía caña transgénica y el mercado no la aceptaba. Es más, algunos de los compradores Internacionales e incluso los nacionales, requerían a los ingenios certificados de que la caña que molían no era modificada genéticamente”, apuntó Ploper.

Aquel desarrollo, en el que la EEAOC “llevaba invertidos más de 12 años de trabajo”, ahora podría tener mejor suerte, según el propio Ploper, pues “Brasil (el mayor productor mundial de azúcar y que exporta el 50%) liberó el año pasado una caña transgénica, aunque todavía está en la etapa de incremento y no alcanzó todavía volúmenes para su industrialización. Y en simultáneo tanto Estados Unidos como Canadá han comunicado que aceptan la comercialización del azúcar derivada de cañas transgénicas”.

“Supongo que una vez que se compruebe que no hay resistencias generalizadas a su uso, también la Argentina procederá a su aprobación. No hacerlo significaría un riesgo de pérdida de competitividad una vez que se generalice el uso de estas tecnologías”, advirtió el veterano investigador.

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