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Carlos Schaaber

“Añoro el tiempo en que vivía mucha gente en las islas”

El comerciante lleva y trae sus mercaderías por calles de agua, en Paranacito.
El comerciante lleva y trae sus mercaderías por calles de agua, en Paranacito.
10/05/2021 10:26 hs

La historia de Carlos Shcaaber es una de las tantas que se puede encontrar en las islas del delta entrerriano. Un comerciante que lleva 72 años trabajando en una zona diferente a todos, con cursos de agua como calles y avenidas y una geografía tan atrapante como cruel en tiempos de inundaciones donde el agua arrasa con todo a su paso, además de estacionarse por largo tiempo. Carlos pasó inundaciones muy duras, aunque, a su entender, “la del 83 no tiene parangón”.

En el muelle de su comercio, minimercado, cerca de los surtidores, Carlos contó algunas de sus vivencias, recordó tiempos pasados cuando Paranacito era un poblado menor, cuando pasaban las lanchas carniceras y cuando en la zona operaban más de 30 aserraderos.

Recordó que “hace algunos años todo se movía por agua y lo que hoy es el casco urbano de Paranacito no se parece en nada al de décadas pasadas en dónde solo se apreciaban algunas casas. La mayoría de la gente vivía en las islas y lógicamente el mayor movimiento, por no decir todo, era por vía acuática. Venían lanchas de pasajeros de San Fernando, cuatro veces a la semana, mientras que los viajes desde Campana eran cuatro veces a la semana”. Detalló que en la “temporada de verano, los sábados, llegaba una lancha especial de San Fernando que regresaba el domingo”. Señaló que las “lanchas iban y venían con su capacidad completa en tiempos en que se vivía prácticamente de la forestación. No sufríamos el efecto de las grandes crecientes como ha sucedido en los últimos años”. Contó que su padre trabajaba en un comercio de Ramos Generales como empleado, en donde había de todo, hasta elementos de construcción y ferretería, además de barcos que surcaban las aguas de ríos y arroyos con mercadería”. Detalló que el “dueño original se fue a vivir a Córdoba y en forma de pago les dejó a sus empleados distintos rubros del negocio. A uno le tocó un barco, otro una de las lanchas y a mi padre Oscar, tenedor de libros, que hacía las veces de contador le dejó el negocio de la venta de maderas, en tiempos en que trabajaban muchos astilleros en lanchas que eran construidas en base a madera. Tenía materiales de construcción y concesionario de una conocida cerveza y una gaseosa que ya no existe. El acuerdo, todo de palabra, se respetó y en un primer momento no se trabajó con el rubro de almacén porque había dos ex empleados que se habían abocado al mismo hasta que llegó la gran creciente del 59 y el empleado que tenía la parte del almacén y el que tenía el barco se fueron de la isla. Ahí fue cuando nos iniciamos en la línea de comestibles, manteniendo lo demás”.

Opinó que “algunas decisiones políticas como la de centralizar toda la gente en el pueblo motivó que se fuera abandonando la isla, además de los efectos de la creciente”. Indicó que la daba más vida, trabajo en la zona “era Celulosa Argentina que tenía mucho campo y forestación. Cada isla que trabajaban era un pueblo de gente que se fue retirando cambiando totalmente la modalidad”.

Dijo que la clientela, hoy día, en su mayoría es “gente que tiene su hogar en la isla 9, además de personas que viven en las islas y que pasan por acá bajan de sus embarcaciones a realizarlas compras”.

El combustible

Dijo que al contar con el camino y la balsa, fuera de servicio por encontrarse en reparaciones es vía terrestre, cuando antes “lo recibíamos por barco”. Señaló que el movimiento es considerablemente menor y que “añora los tiempos dorados de las islas”. Añadió que “era otra forma de vida y había trabajo genuino, trabajo duro, pero trabajo al fín y al cabo”.

Dijo que “lamentablemente la cultura del trabajo se está perdiendo y va a ser muy difícil revertir la tendencia”.

La energía eléctrica

Contó que en los primeros años nos “alumbrábamos con un farol o con un grupo electrógeno muy rudimentario; mientras que los aserraderos trabajaban con calderas, hasta que llegó la electricidad”.

Referente a los aserraderos, llegaron a ser más de 30 en la isla , el único que va quedando es el de Kirpach con madera larga, el resto se perdió. Aserraderos que tenían entre dos y ocho máquinas. Se trataba de una industria que demandaba mano de obra calificada. Daba trabajo al productor que plantaba, al que laburaba en el monte, en los aserraderos, en los barcos que transportaban el producto, al fletero en un movimiento constante”.

Las lanchas carniceras

Llevaban todo tipo de mercadería desde azúcar, fideos, leche en polvo, todo lo necesario para vivir.

Fabián Miró / Especial

Carlos Schaaber

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