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Hernández

Peluquería y despacho de bebidas de Jorge Heffele, atendido por su dueño hace 75 años

El salón no es amplio, pero muy cómodo para sus fines.
El salón no es amplio, pero muy cómodo para sus fines.
19/11/2021 21:10 hs

Un cartel muy sencillo en lo alto de una casa bien blanca indica con letras mayúsculas que allí funciona el BAR Y PELUQUERIA DE JORGE HEFFELE. Es en el 274 del céntrico bulevar Sabá Hernández, la arteria principal de esta pequeña localidad del departamento entrerriano de Nogoyá, un lugar cuanto menos singular donde un salón donde se corta el pelo a los hombres y un despacho de bebidas persisten en su actividad atendidos por el peluquero que aprendió a usar las tijeras hace tres cuartos de siglo, ni más ni menos.

Jorge Heffele, el peluquero, habla en tono pausado y con un marcado acento ruso alemán, aunque confesará en una charla tan amena como espontánea que “nunca pudo aprender” la lengua teutona. Próximo a cumplir 92 años sigue moviendo las tijeras con buen pulso como la primera vez, cuando tenía “unos 14 o 15, hace tanto tiempo ya” repasa. Bar y Peluquería, o al revés, pero ensamblado con las copas que sirve para amigos y vecinos que cada día concurren al local.

“Ya no me acuerdo la cantidad de cortes de pelo que he hecho” dice con una sonrisa, ante la consulta un tanto irreverente. Con su boina de tela bien enfundada -aunque estemos en el interior del local- le sirve un vaso de vino a un parroquiano de la zona que cada día se da una vuelta por el sector del bar y mira de lejos a la peluquería, mientras se rasca la calva.

El salón no es amplio, pero muy cómodo para sus fines. Ingresando -a la izquierda- está un pequeño mostrador de madera pintada de gris. Unas estanterías sostienen las bebidas para alegrar el espíritu que se ofrecen: Whisky, ginebra, aperitivos, sidra o Fernet, entre otros. Una cortina de plástico permite visualizar la cocina familiar del otro lado. “Antes ofrecíamos una picada de salamín, mortadela. Hasta 20 kilos semanales salían, pero después abrieron otros bares, comercios, en fin, ya no fue negocio” describe sobre el antiguo boliche.

En el otro extremo, hacia la derecha y separado por una pared baja, está el reducto mágico de don Jorge, una peluquería que es un postal de otro tiempo, con un clásico sillón de redonda y sólida base empotrada al piso, con palanca para definir la altura, apoya pies y el almohadón para los más chiquitos “aunque los jóvenes ya no vienen”, reconoce sin problema. ¿Cuántos se habrán sentado en el mullido asiento para recibir el “corte Heffele” a tijera en 75 años? Hoy, además de esta histórica actividad comercial, Jorge tiene algo de ganado en un campito de su propiedad, el que recorre cada tarde en su Renault 12 junto con su esposa.

“El corte mío es más a tijera, bajito, pero no con máquina, por eso a los clinudos ahora no los atiendo”, sentencia este hijo de inmigrantes alemanes del Volga, gringos que llegaron a estas tierras hace casi 150 años y que tuvieron y tienen a la cultura del trabajo y el esfuerzo como única manera de progresar. El amplio espejo, dos mesas (una con mármol), una estantería en la esquina, hoja de afeitar, cortapelos, tijeras, peine, navaja de afeitar y un ventilador de pie conforman el entorno.

El pueblo del gobernador

Con unos dos mil habitantes, Hernández es un municipio del distrito Algarrobitos – también ocupa con una pequeña porción del distrito Montoya- en el departamento Nogoyá, bien en el límite con Victoria.

Lleva el nombre de Sabá Zacarías Hernández, quien fuera diputado provincial, senador nacional y gobernador de estas tierras (entre 1891-95), además de propietario de extensos campos en la zona. Precisamente, con la habilitación del ramal ferroviario entre Paraná y Nogoyá (en 1887), se dispuso la mensura, subdivisión y amojonamiento de las tierras destinadas a las colonias y pueblos que se fundarían en las estaciones intermedias.

El 20 de febrero de 1888 fue expedida la mensura de los campos de la nueva colonia, que comprendía 5000 hectáreas, siendo la propiedad mayor la perteneciente a… Sabá Z. Hernández y Cía.

Un año después, el 17 de marzo de 1888, la mensura fue aprobada por el Departamento Topográfico provincial, tomándose esa fecha como fundacional de este pueblo cuya principal actividad económica es la agricultura y el acopio de cereales, además de tener algunas metalúrgicas, una reconocida zinguería y un destacado artesano botero además del bar con su peluquería de Jorge Heffele.

El ritual de cada día

La vida continúa con ritmo cansino allí afuera en el bulevar en este día de semana. Adentro, en el sector del bar, se sirve un segundo vaso de vino a Mario, un veterano parroquiano que cada mañana visita al peluquero como si asistiera a misa. La ceremonia no deja de ser similar. “Yo ya no me corto el pelo” dispara y señala a la otra esquina del salón donde el espejo nos refleja, mientras se saca la gorra con publicidad agropecuaria para mostrar su calva ¿De qué charlan hoy, de las elecciones? “No, nos gusta recordar cosas de antes, de nuestra época, de los cambios que se han producido…hay que aclimatarse a los cambios” reflexiona el vecino mientras bebe un sorbo de tinto.

Hernández, al igual que muchos lugares de Entre Ríos, recibió a los inmigrantes que llegaron desde el río Volga. “Mi padre vino de Rusia, pero él era de Alemania”, sostiene con énfasis diferenciador. Jorge no pudo aprender la lengua originaria pero recuerda y mucho la biblia que su padre tenía “donde estaba escrito lo que ya nos está pasando”, dispara en tono de sentencia apocalíptica: “La segunda extinción será con el fuego, primero, y después con la enfermedad que es la pandemia” descarga en tono de revelación. Por las dudas nos ponemos a hablar de la vacunación contra el Covid-19, reconociendo que ya tiene “las dos dosis y esperando la tercera”. Estamos casi salvados, aunque falte el fuego.

Jorge pronto cumplirá 92 años y sigue empuñando las tijeras como cuando comenzó, casi como un juego de adolescente, entrenando en la cabellera de su padre, de los hermanos y algunos tíos. “Recuerdo sábados de otro tiempo donde cortaba el pelo a 40 o 50 personas” dice sin chistar. Hoy continúa con una clientela fiel, que luego de pasar por el coqueto sillón del barbier (en alemán) comparten una copa en el mostrador de ese simpático despacho de bebidas que funge como un leal socio y compañero del sector de la peluquería. “Hace 75 años que me dedico a esto, ahora estoy cortando poco por la edad” admite, mientras un vecino pasa y saluda desde la puerta.

El mediodía se acerca y el ritmo en la calle empieza a desacelerar su ya perezoso devenir. Hay que seguir viaje. “Vamos a seguir cortando mientras podamos” nos dice en tono de despedida, con una sonrisa tan pícara como buena. Es Jorge Heffele, el más veterano de los peluqueros de Hernández, que en ese bar que complementa al salón de belleza masculina convoca a veteranos amigos en ese eterno ritual que se construye cada día: la eterna amistad.

Guido Emilio Ruberto / Campo en Acción

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